Melancolías de madrugada.


Ojalá no me hubieses dejado ir tan fácil, como si no te importara descifrar el mito de las mariposas en mi estómago. Tú muy bien sabes que, desde hace mucho, se dieron por vencidas. No sabes cómo se alborotaban siempre que te veía o te escuchaba por teléfono.
Quizás aún no sabes que hay puertas que se siguen abriendo solas cuando te pienso de madrugada, y me pongo a escuchar las conversaciones que quedaron grabadas. Y me da por seguir siendo un tremendo tonto cuando veo atrás y me doy cuenta de que, en verdad, yo gastaba hasta la última gota de sudor para que lo nuestro funcionara, pero tú seguías planeando y trazando planes, y lamentablemente yo no estaba en ellos.
Quizás aún no sabes que hay vientos en contra que me siguen recordando al aroma que utilizabas los días de invierno. Y comprobaba que no existía mejor perfume que tú y la lluvia, juntos.
A lo mejor es que ya te has ido y yo sigo abriéndote los brazos como si en algún otoño regresarás. Pero una vez que pierdes lo que considerabas mundo, lo que termina pasando es que se hace trizas cuando te das cuenta de que se ha hecho cenizas en un parpadeo de corazón.
Lo jodido de la piel es que no olvida, no olvida quién la apuñaló ni quién la acarició. Siempre está presente el primer toque y el último roce de un beso de despedida. Siempre está la herida, o el hueco del disparo.
Cicatriza, corazón, que por tontos estamos así. Nadie nos dijo que teníamos que enamorarnos, ya ves lo fácil que hubiese sido esquivar la bala cuando la razón nos sugería que debíamos dar dos pasos a la izquierda, pero somos masoquistas, ¿cierto? Nos gusta que nos hieran, porque de alguna forma nos hace sentir bien.
Joder, perdóname, jamás supe ser un chico digno de admirar, ni de querer, ni de inspirar cosas bonitas.
Ojalá recuerdes que tú has sido el ojalá que más me ha dolido en el pecho izquierdo. Como acto de valentía, o de amor, pero cuánto duele a veces arriesgarse y conseguir lo que quieres.
Ojalá nunca me olvides.
Ojalá nunca te olvides de ti. Porque si algo quiero, más que verte feliz a mi lado, es verte feliz contigo.
Yo seguiré bailando nuestra canción favorita, seguiré tarareándola hasta dormir mientras trato de amortiguar el golpe de la caída libre que es
recordarte
cuando
sé que todos los abismos hablan de ti. Porque tocamos fondo en cada uno de ellos, y nos abrazaron en silencio, y se nos hizo demasiado tarde para llegar a cualquier parte.
Yo seguiré huyendo, y le daré la espalda siempre que llamen a la puerta y no seas tú. 
Ya sentirás el frío de seguir en el camino con el sentimiento de que alguien te hará falta toda la vida, y que aún lo llevas tomado de la mano, pero es ausencia, es frío, es dolor, es vacío. Hay accidentes que pasan solamente una vez en la vida, y siento que de aquel no salimos heridos, sino muertos. Pero qué bonito es morir en el abrazo correcto.


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