El anorexorcista.
Los movimientos Pro Ana atacaron el sueño americano a comienzos de 2000,
cuando "Ana’s Song", el último hit del trío australiano Silverchair,
colapsó la programación de los talk shows norteamericanos. Neon
Ballroom, ese disco (editado en 1999), sentó las bases de la discusión.
Desde ese momento, los sitios Pro Ana proliferaron en el ciberespacio.
Páginas web, blogs, flogs cargados de chicas que se
esparcen en células de hasta cien integrantes (casi todas mujeres y
menores de 20), que –alineadas en grupos de msn– levantan sitios para
establecer redes de contacto y contención, para transcribir experiencias
o tips, para "pasar desapercibida" ante la familia y en la vida social.
Atrás de Silverchair, como siempre, estaba Kurt Cobain. El último
box-set editado hace pocos meses por Universal ( With the Lights Out
) abre con una toma de un minuto cuarenta con el nombre "Anorexorcist" y
la fecha al pie: 1989. Es un espasmo, una guerra de nervios a oscuras
en la que Kurt pretende emancipar del dolor y la soledad a otra persona
induciéndola al vómito. Un ícono generacional como Angelina Jolie
–primera dama de Hollywood–, desde su más salvaje adolescencia lleva
tatuada, en latín y en la ingle, la frase todo lo que me nutre me
destruye (casi un eslogan del movimiento).
La anorexia sigue siendo algo misterioso y un tema mucho más complejo de lo que sugieren las miradas simplistas. Porque, generalmente, los que no saben (o no les importa saber) sobre una patología tan enroscada como la alimentaria toman rápidamente una actitud condenatoria con la misma rapidez con que los que están dentro desoyen las advertencias sanitarias. Mientras tanto, el imaginario mediático reincide en reducirlo todo al acto de vomitar deliberadamente, una actividad que, en realidad (no en la ficción), después de un tiempo, es capaz de quemarte el aparato digestivo con el ácido de tus propios jugos gástricos.
En los últimos tiempos, los médicos pusieron de moda el concepto de "anorexia nerviosa", un término registrado por el prestigioso psiquiatra francés Lasège, cuando en pleno siglo XIX aparecieron las fasting girls, esas jóvenes de la burguesía europea denominadas histéricas por su falta de apetito cuasi militante; cosa que, en aquella época, era tan asombrosa que generaba una especie de circuito de atracción turística; chicas a las que Sir William Gull, el médico personal de la reina Victoria de Inglaterra, caracterizó con el término "anoréxicas mentales". Hace muy poco tiempo, algunas investigaciones evidenciaron que Sir Gull fue el famoso Jack El Destripador. Entonces se abrió en el tiempo una línea de investigación, acaso metafórica, para esta historia: ¿Será que las víctimas de anorexia que Gull le presentó a la Corona para fundamentar su tesis eran las mismas chicas que desaparecían en manos de Jack?
Esa pregunta es respondida con un "sí" por la escritora y psicoanalista argentina Silvia Fendrik. Ella relata estas fábulas en sus últimas dos obras: Santa anorexia (1997, Corregidor; agotado desde comienzos del 2000) y El país de Nuncacomer (2004, Libros del Zorzal). Volúmenes que rastrean los pasos de este movimiento milenario, dos libros fundamentales que son casi un anexo de la Biblia anoréxica que circula en la red y que las súbditas de Ana atesoran y esconden de sus padres como si se tratara de testamentos apócrifos. Porque ahí están todas: las santas, las brujas, todas… ellas.
La anorexia sigue siendo algo misterioso y un tema mucho más complejo de lo que sugieren las miradas simplistas. Porque, generalmente, los que no saben (o no les importa saber) sobre una patología tan enroscada como la alimentaria toman rápidamente una actitud condenatoria con la misma rapidez con que los que están dentro desoyen las advertencias sanitarias. Mientras tanto, el imaginario mediático reincide en reducirlo todo al acto de vomitar deliberadamente, una actividad que, en realidad (no en la ficción), después de un tiempo, es capaz de quemarte el aparato digestivo con el ácido de tus propios jugos gástricos.
En los últimos tiempos, los médicos pusieron de moda el concepto de "anorexia nerviosa", un término registrado por el prestigioso psiquiatra francés Lasège, cuando en pleno siglo XIX aparecieron las fasting girls, esas jóvenes de la burguesía europea denominadas histéricas por su falta de apetito cuasi militante; cosa que, en aquella época, era tan asombrosa que generaba una especie de circuito de atracción turística; chicas a las que Sir William Gull, el médico personal de la reina Victoria de Inglaterra, caracterizó con el término "anoréxicas mentales". Hace muy poco tiempo, algunas investigaciones evidenciaron que Sir Gull fue el famoso Jack El Destripador. Entonces se abrió en el tiempo una línea de investigación, acaso metafórica, para esta historia: ¿Será que las víctimas de anorexia que Gull le presentó a la Corona para fundamentar su tesis eran las mismas chicas que desaparecían en manos de Jack?
Esa pregunta es respondida con un "sí" por la escritora y psicoanalista argentina Silvia Fendrik. Ella relata estas fábulas en sus últimas dos obras: Santa anorexia (1997, Corregidor; agotado desde comienzos del 2000) y El país de Nuncacomer (2004, Libros del Zorzal). Volúmenes que rastrean los pasos de este movimiento milenario, dos libros fundamentales que son casi un anexo de la Biblia anoréxica que circula en la red y que las súbditas de Ana atesoran y esconden de sus padres como si se tratara de testamentos apócrifos. Porque ahí están todas: las santas, las brujas, todas… ellas.
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